CADA DÍA LAS ESCRITURAS 3: EL LIBRO DE LEVÍTICO


1.- Levítico 1, 1-17: Si bien, este es un libro cerrado para quien no posee la "llave" divina del mismo, es decir, Cristo que el creyente posee un solo sacrificio, ofrendado "una vez para siempre" (Hebreos 10, 10). El holocausto se nombra primero porque representa la parte de la obra de Cristo que es para Dios. El Creador del Universo ha encontrado en la Persona y obra de su santo Hijo, una ofrenda "sin mancha" (Hebreos 9, 14).

2.- Levítico 2, 1-16: Si el holocausto evoca el olor grato de Cristo en su muerte, la ofrenda vegetal corresponde a las perfecciones de su vida como hombre en la tierra, tan sólo harina, aceite, incienso y algo de sal. El creyente presenta a Dios esta vida perfecta de Jesús y hace de ella su propio alimento. La levadura, imagen del pecado, no entraba en ella, como miel, símbolo de separación para Dios, que guarda la corrupción (Marcos 9, 50; Colosenses 4, 6).

3.- Levítico 3, 1-17: El sacrificio de paz es considerado bajo el aspecto de la comunión, Jesucristo vino para colocarnos en una relación nueva de comunión con Dios. Quiso hacernos felices desde ahora y su voluntad era hacer exclusivamente aquello que complacía a su Padre (Juan 6, 38 y 8, 29).

4.- Levítico 4, 1-12: El sacrificio por el pecado pone fin a la lista de las santas ofrendas. La sangre se introducía en el tabernáculo como para dar a Dios una prueba de la obra acabada y al pecador una seguridad de su aceptación. La grosura ardía y humeaba sobre el altar, señal de la satisfacción que Dios hallaba en la obediencia de la víctima. La carne del holocausto debía humear sobre el altar y la del sacrificio de paz era comida por aquel quela presentaba, el cuerpo de los animales ofrecidos por el pecado se quemaba fuera del campamento. Jesús sufrió "fuera de la puerta", lejos de la presencia del Dios santo. El ardor del juicio que consumió a nuestro Sacrificio perfecto (Hebreos 13, 11).

5.- Levítico 4, 13-26: A los ojos de Dios santo, el pecado cometido permanece y no queda disculpado por mi indiferencia, si hay condenación y hay sacrifico que lo perdona. El animal ofrendado lo remplazaba para cargar con ese pecado y morir en su lugar. Eso fue la que Jesús, nuestro perfecto Sustituto, hizo por nosotros.

6.- Levítico 4, 27-35: Un príncipe o jefe debía ofrecer un macho cabrío (v. 22-23) y una persona cualquiera del pueblo solo tenía que ofrecer una cabra o un cordero (v. 27-28 y 32). Pero ante Dios todos los hombres han pecado y están destituidos de Su gloria (Romanos 3, 22-23). El que se encuentren arriba o abajo en la escala social, la verdad es que todos forman parte de una sola clase: la de los pecadores perdidos. Dios ha creado una nueva categoría: la de los pecadores perdonados. ¡Respuesta que Dios puede dar al pecador arrepentido, en virtud de la obra de su amado Hijo!

7.- Levítico 5, 1-13: Los versículos 1 a 4 ofrecen ejemplos de las faltas que debían expiarse mediante un sacrificio. En todos los casos se imponía la confesión (v. 5), luego, era necesario recurrir al sacrificio (v. 6). Dios "fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". Uno ofrecía un cordero otro dos tórtolas, otro tan sólo un puñado de harina. Lo que cuenta es el valor perfecto que tiene la obra de Jesús para Dios.

8.- Levítico 5, 14.19 y 6, 1-7: Hoy día, a pesar de las certidumbres de la Palabra de Dios muchos cristianos todavía viven con el mismo temor. Jesús lo ha hecho todo por nosotros. Este pasaje distingue los pecados contra Dios (v. 15 y 17) de los pecados cometidos contra el prójimo (cap. 6 2-3) debía traer un sacrificio de Jehová (v. 6 y Salmo 51, 4).

9.- Levítico 6, 8-30: Los cuatro grandes sacrificios en cada uno de los cuatro evangelios, seguimos. En Juan, Jesús es el santo holocausto (cap. 10, 17-18). En Lucas nos habla de la ofrenda vegetal. En Marcos hace que el sacrificio de consagración o de paz. Y en Mateo hace referencia a Aquel que "salvará a su pueblo de sus pecados" (1, 21). El holocausto debía ser continuo (v. 13), la ofrenda vegetal era "estatuto perpetuo" (v. 18) mediante los mismos sacrificios ofrendados continuamente en "día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios..." y "habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio, se ha sentado a la diestra de Dios" (Hebreos 10, 1 y 11-12).

10.- Levítico 7, 1-21: Dios tuvo que ocuparse de dos cuestiones: la de los pecadores (cap. 1 a 5, 11) y la del pecado (cap. 5, 12). Al exigir una ofrenda por la culpa (el acto cometido) y otra por el pecado (la fuente de este acto), una ofrenda en acción de gracias. Sacrificios por el pecado porque uno no estaba puro, en las ofrendas sólo participaban en ellas los israelitas que estaban limpios del pecado y se volvía santo (cap. 6, 27), inversamente toda impureza manchaba la ofrenda de paz.

11.- Levítico 7, 22-38: Rescate de la figura de comunión en la ofrenda de paz era la única de la cual cada uno recibía su porción de la comida de los sacerdotes que dependían de las ofrendas de paz. Las dos epístolas a los Corintios son la confirmación de ello. La primera trata de la comunión, la segunda como tema el ministerio. Si bien, el "sacrificio vivo, santo, agradable a Dios" (Romanos 12, 1) y el "cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (v. 2).

12.- Levítico 8, 1-21: Para el tema de las ofrendas llegaremos al sacerdocio en el A. T. Si el pecador necesita una ofrenda el creyente por su parte precisa de un sacerdote en Cristo, que Él se ofreció a sí mismo, cual víctima perfecta, para ponernos en relación con Dios que es Aquel que desempeña las funciones de sumo sacerdote para mantenernos en esa relación ofrenda antes de ser sacerdote. La Epístola a los Hebreos llama "la epístola de los cielos abiertos" que nos invita a considerar "al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús" (Hebreos 3, 1).

13.- Levítico 8,22-36: En estos capítulos a menudo se habla de ofrendas mecidas. El pecho del carnero de consagración, porción especial de Moisés era mecido. "Amo al Padre -decía Jesús-, y como el Padre me mandó, así hago" (Juan 14, 31). El amor suscitará una consagración verdadera. 

14.- Levítico 9, 1-24: La epístola a los Hebreos "santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores" (Hebreos 7, 26). Cristo ofreció su sacrificio "por sí mismo" (Hebreos 5, 1-3). Aarón tiene que arreglar ante Dios la cuestión de sus propios pecados. Para poder quitar la paja del ojo de nuestros hermanos, primero debemos sacar la viga que hay en nuestro propio ojo (Mateo 7, 3-5).

15.- Levítico 10, 1-20: Capítulo 9 afirma que los sacerdotes "tomados de entre los hombres" podían pecar. Así dice "como Jehová lo había mandado". Nadab y Abiú, hijos mayores de Aarón, hacen lo "que a ellos no les había mandado hacer" (v. 1). Tanto los pensamientos de la carne como lo que excita los sentimientos (bebidas fuertes), no son tolerados para rendir culto a Dios. Despreciar abiertamente las verdades conocidas lleva al transgresor a caer bajo la disciplina de Dios.

16.- Levítico 11, 1-28: Las cosas que contaminan son las que salen del corazón humano (Marcos 7, 15). Cuatro grupos de animales: cuadrúpedos, peces, aves y reptiles. Para ser puros debían reunir dos condiciones: rumiar y tener la pezuña hendida. La pureza del creyente depende de la manera de comer (estudiar la Palabra) y caminar (obedecer la Palabra). Las aves carnívoras y omnívoras eran impuras. Frente a la figura del poder del mal, es cosa abominable: "Aborreced lo malo," (prescribe Romanos 12, 9).

17.- Levítico 11, 29-47: Los versículos 32-40 muestran cómo las cosas mejores y más útiles pueden ser estropeadas por lo que viene de la "serpiente". Que el Señor nos enseñe a vigilar y a hacer uso de la provisión inalterable. "En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti" (Salmo 119, 1). Tengamos una conciencia sensible para distinguir entre lo que es espiritualmente puro o impuro. Dios es santo, y nosotros somos pueblo suyo (v. 45).

18.- Levítico 12, 1-8 y 13, 1-8: El capítulo 11 nos enseña que la impureza exterior del mal se halla en nosotros. "He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre" (Salmo 51, 5). Los capítulos 13 y 14 hablan de la lepra que siempre representa al pecado en su carácter de mancha. A los ojos de Dios el pecado presenta estos diferentes rasgos. En María se manifestó la maledicencia (Números 12, 10), en Giezi la codicia y la mentira (2Reyes 5, 27), en Uzías el orgullo espiritual (2Crónicas 26, 20).

19.- Levítico 13, 9-28: El pelo blanco hace pensar en una decadencia espiritual. La mancha más hundida que la piel indica un mal profundo del leproso y se halla enteramente cubierto de la enfermedad, cuando un hombre se ve forzado a reconocerse totalmente manchado. "Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad... Y tú perdonaste la maldad de mi pecado" (Salmo 32, 5). "Un hombre lleno de lepra" se acerca a Jesús y le pide que, si quiere, lo sane.

20.- Levítico 13, 20-44: Ejercité menos en presumir el bien en los otros antes de juzgarlos. El amor "no hace nada indebido" (1Corintios 3, 5). Era el sacerdote quien veía y luego declaraba la naturaleza de la llaga. Cuántas personas ignoran que padecen la enfermedad llamada pecado. "¿Dejaos del hombre... porque de qué es él estimado?" (Isaías 2, 22). El sacerdote comprueba a Aquel que se ocupa de ello actuando como el gran Médico que ha dado a nuestras almas una curación total (Lucas 5, 31).

21.- Levítico 13, 45-59: La condición del leproso era terrible en Israel echado del campamento sin ninguna esperanza de volver al mismo, separado de los suyos, obligado a proclamar su estado de miseria: "Inmundo! ¡inmundo!". Y "alejados de la ciudadanía de Israel... ". Pero ahora el apóstol anuncia que hemos "sido hechos cercanos por la sangre de Cristo" (Efesios 2, 12-13). Cristo no sólo podía, sino que en su amor quería hacerlos perfectamente limpios (Mateo 8, 1-3). La lepra en un vestido (v. 47-59) representa el mal que se puede insinuar en nuestras costumbres y en nuestro testimonio. 

21.- Levítico 14, 1-.13: Es precioso ser empleado por Dios para traer a los pecadores al Señor Jesús. Somos incapaces de dar un solo paso hacia Cristo: por lo tanto él ha hecho todo el camino para llegar hasta nosotros. La muerte del Señor: a la primera avecilla se le degollaba; su resurrección: la segunda avecilla levantaba el vuelo.

22.- Levítico 14, 14-32: Dios declara puro y santo al regenerado. "Habéis sido lavados... santificados... justificados en el nombre del Señor Jesús", (afirma 1Corintios 6, 11). Con respecto a las avecillas, imagen de la obra de Dios por nosotros, hacían falta dos cosas, figura de su obra en nosotros: el agua, poder purificador de la Palabra, y la navaja. Este trabajo del Espíritu, que nos conduce a juzgar lo que produce nuestra vieja naturaleza, se llama liberación. Cristo ha hecho un reino de "reyes y sacerdotes para Dios, su Padre" (Apocalipsis 1, 6).

23.- Levítico 14, 33-57 y 15, 1-33: La lepra en la casa es imagen del pecado en la asamblea, o aquello que lleva el nombre de Iglesia, la cristiandad en general. Si bien, una pequeña mancha: el abandono del primer amor, hace que el Creador nos advierta diciendo: "Te vomitaré de mi boca" (cap. 3, 16). La "casa grande" de la cristiandad profesante será rechazada, derribada porque el pecado es capaz de manifestar para envenenar tanto nuestro entorno como a nosotros mismos. Entonces existe el remedio para purificarnos de ello: el sacerdocio ejercido en nuestro favor por el Señor Jesús (v. 15 y 30).

24.- Levítico 16, 1-14: Una vez al año, después de presentar una ofrenda por sí mismo, el sumo sacerdote ofrecía una víctima por todos los pecados del pueblo cometidos durante el año. Luego llevaba la sangre de este sacrificio detrás del velo y la rociaba sobre el propiciatorio, cuyo nombre así quedaba explicado. La sangre que hace expiación por el alma (cap. 17, 11) se llevaba allí. Hacía que Jehová fuese propicio a su pueblo. El olor grato del incienso acompañaba a Aarón detrás del velo, como Cristo ha entrado en el lugar santísimo, ofreciendo a Dios el pleno perfume de sus excelentes glorias.

25.- Levítico 16, 15-22: Cristo "aparecerá por segunda vez... para salvar a los que le esperan" (Hebreos 9, 28). El primer macho cabrío vivo había sido sacrificado y quitaba el pecado de delante de Dios y servía para hacer expiación: era para todos. El segundo, el macho cabrío "por Azazel", quitaba el pecado de la conciencia del pueblo y nos habla de sustitución: una víctima llevando los pecados de muchos (Hebreos 9, 28). El sacrificio de Cristo tiene este doble carácter. 

26.- Levítico 16, 23-34: Cuán grande y delicado era para el sacerdote y sus ayudantes el trabajo de quitar los pecados. Siempre haría falta renovar estos sacrificios; los sacerdotes se sucedían de padre a hijo, "debido a que por la muerte no podían continuar" (Hebreos 7, 23). Cuán grande es la obra de Cristo en toda su realidad para alcanzar la fuente de maldad: el corazón del hombre, y purificarlo, Jesús estuvo completamente solo. Debemos apoyarnos en la suficiente y perfecta obra del Señor Jesús. 

27.- Levítico 17, 1-16: Dios se reserva el derecho y dominio sobre la sangre (cap. 7, 26-27). Varios pasajes de las Escrituras establecen las virtudes de la sangre de Cristo: "para hacer expiación... por vuestras almas" (v. 11). Purifica de todo pecado (1Juan 1, 7). La menor falta cometida solo puede ser borrada por esa sangre. Por ella hemos sido redimidos para Dios entre todas las naciones (Apoc. 5, 9), rescatados (1Pedro 1, 18-19), lavados (Apoc. 1, 5),  justificados (Romanos 5, 9, ), reconciliados (Colosenses 1, 20), santificados (Hebreos 13, 12), acercados (Efesios 2, 13). Por ella se ha abierto un camino nuevo y vivo para entrar "en el Lugar Santísimo" (Hebreos 19, 19). Por ella también nos ha sido dada la victoria (Apoc. 12, 11).

28.- Levítico  18, 1-30 y 19, 1-19: La vieja naturaleza en un hijo de Dios no es mejor que la del israelita de antaño. "No haréis como hacen en la tierra de Egipto...". "Esto, pues, digo... que ya no andéis como los otros gentiles... los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia..." (Efesios 4, 17, 19; comp. los v. 25 y28 con Levítico 19, 11). "Andad en amor", concluye el apóstol (Efesios, 5, 2), "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (v. 18). Santiago lo llama: "la ley real (la del Rey), conforme a la Escritura" (Lucas 10, 28-37 y Santiago 2, 8).

29.- Levítico 19, 20-37; 20, 1-27: Israel había de ser el pueblo santo de un Dios santo. "Yo Jehová vuestro Dios". Los que hoy forman parte de la familia de Dios deben manifestar la santidad del "Padre santo", de quien son hijos (Juan 17, 11). "Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos" (1Pedro 1, 15-16). No es solamente: "porque soy so santo", sino "como". ¡Qué medida se nos da allí! Nunca olvidemos que el bendito nombre de Cristo ha sido invocado sobre nosotros (cfr. Santiago 2, 7).

30.- Levítico 21, 1-24: Así como el sólo hecho de pertenecer a la familia de Aarón otorgaba el título de sacerdote, en cambio si se trataba de ejercer su servicio, un sacerdote podía ser descalificado. Un defecto natural incorregible privaba a los hijos de Aarón de sus santas funciones. Podían alimentarse con el pan de Dios, pero no conocían el gozo de servirle. Desgraciadamente, ¡hoy hay muchos creyentes en el mismo estado! La impureza en un creyente no le permite gozar de las "cosas santas".

31.- Levítico 22, 1-33: Dios vela sobre el mantenimiento de un sacerdocio sin mancha, mientras que en los versículos 17 a 33 se ocupa de la calidad de las ofrendas. A diferencia de los sacrificios por el pecado, que eran necesarios y obligatorios, aquí se trata de las ofrendas de paz, "voluntarias", facultativas. A nosotros Dios tampoco nos impone nada por la fuerza, no nos exige nada. Pero cuanto más el amor de Jesús tenga influencia en nuestro corazón, tanto más exigentes seremos con lo que le ofrecemos. 

32.- Levítico 23, 1-14: Este capítulo constituye el calendario de "las fiestas solemnes a Jehová", que se repetían cada año, el sábado, día de descanso semanal que despliegan ante nuestros ojos la historia de Israel desde la cruz, mientras todo se inicia en pascua. Es la cruz después de la pascua aparece la fiesta de los panes sin levadura y cuya separación del mal debe reproducirse en la marcha de la Asamblea. A continuación viene la fiesta de las primicias, Cristo en su resurrección triunfante es presentado a Dios "para que el seáis aceptos" (v.11).

33.- Levítico 23, 15-22: Cincuenta días separaban la fiesta de las primicias de la fiesta de las semanas o Pentecostés. Cómo el Espíritu Santo descendió del cielo el día de Pentecostés para morar en la Asamblea. La levadura, imagen del pecado, está presente en estos panes (1Juan 1, 7-9). Y Jesús al hablar de sí mismo como del "grano de trigo", "si muere, lleva mucho fruto" (Juan 12, 24).

34.- Levítico 23, 23-44: Sigue al Pentecostés, es el tiempo de la Iglesia, durante el cual el Señor Jesús reúne en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. La "conmemoración al son de trompetas" o fiesta de las trompetas (Números 29, 1), convocará al pueblo y lo reunirá en su país el día de expiación. Israel, angustiado, esperará que aparezca para su salvación y liberación. La fiesta de los tabernáculos prefigura el reinado de justicia y de paz sobre la tierra, que se suele llamar el milenio. "Ningún trabajo haréis en este día". Dios se ha reservado el privilegio de trabajar él mismo. El hombre y sus esfuerzos no tienen nada que ver con eso. Es obra divina. "Gloria y hermosura es su obra" (Salmo 111, 3).

35.- Levítico 24, 1-23: El servicio en favor de ellos nunca cesaba. Las lámparas estaban preparadas continuamente. El episodio del blasfemo y su castigo nos enseña cómo la apostasía hará su acto de presencia en medio del pueblo, y tendrá una terrible sanción. "El Nombre" fue blasfemado cuando el Hijo de Dios venido a la tierra fue insultado, rechazado y crucificado. Cuando "el hombre de pecado", el anticristo, se levante contra todo lo que se llama Dios. Mas el Señor Jesús lo "destruirá con el resplandor de su venida" (2Tesalonicenses 2, 8).

36.- Levítico 25, 1-19: Dios, quien ha dado el sábado al hombre, piensa también en su creación. Cada siete años los trabajos de los campos debían interrumpirse para dejar reposar la tierra. Y después de siete veces siete años, cada cincuenta años, en Israel resonaba la trompeta anunciando el jubileo. Vivamos con esta perspectiva. No demos a las cosas de la tierra más que un valor relativo. Tienen un carácter efímero, nuestro disfrute de ellas sólo es por un tiempo. Fijemos nuestras miradas más allá, en las cosas que no se ven y que son eternas (2Corintios 4, 18). ¡Quiera Dios que nuestras decisiones y proyectos, lo que nos brinda satisfacción como también nuestras pruebas, siempre lleven el sello de "provisional" que les confiere nuestra bienaventurada esperanza!

37.- Levítico 25, 20-38: "La tierra mía es, pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo" Dios se compromete a sustentar a los suyos y a darles de manera milagrosa, cada sexto año, una cosecha triple que permita respetar el año sabático. Todo pertenece al Señor. Es en el cielo y no en la tierra donde poseemos verdaderas riquezas, aquello que es nuestro (Lucas 16, 11-12). Nos invita a usar frente a otros la misma misericordia de la cual nosotros mismos somos objeto (v. 35-38).

58.- Levítico 25, 39-55: Al resonar la trompeta de la liberación, el esclavo volvía a hallar su libertad, cuando Satanás sea atado y la creación sea desligada de su servidumbre. El pueblo de Israel, que por su falta perdió su herencia, la volverá a recuperar definitivamente de manos de Aquel que lo ha redimido: Cristo, el verdadero Booz (Rut 4). Un cristiano puede haber dejado que se le arrebate el disfrute de su herencia y estar empobrecido espiritualmente. El pensamiento del Señor es restaurarlo en gracia, borrando todo el pasado y hacerlo gozar nuevamente de las riquezas celestiales.

59.- Levítico 26, 1-13: Hay dos principios divinos que siempre van juntos: uno es la gracia soberana y otro es el gobierno. Si bien, "con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo" (Efesios 1, 3) y "Andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo" (v. 12).

60.- Levítico 26, 14-33: El Señor había advertido a su pueblo contra la idolatría (v. 1), en el desierto, Israel rindió homenaje a los ídolos que se había fabricado en particular al abominable Moloc (Levítico 20, 1-5). ¡Cuán duro es el corazón del hombre! Dios se ve obligado a asestar golpes cada vez más fuertes. Proverbios 29, 1: "el hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado, y no habrá para él medicina". El Señor nos ama y nunca nos castigará más de lo necesario para que aprendamos la lección. Él, porque es fiel

61.- Levítico 26, 34-46: Si el pueblo no observa los años sabáticos prescritos, Jehová lo echará a la fuerza de su país, Israel y será una de las causas de su deportación a Babilonia. Dios se muestra más severo con este pueblo que hacia las demás naciones y se le han confiado los oráculos divinos. "A todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se lee demandará" (Lucas 12, 48).

62.- Levítico 27, 1-15: Este capítulo trata de los votos que podían realizar los hijos de Israel y la manera cómo el sacerdote debía estimarlos. Todos los hijos de Dios no tienen el mismo nivel espiritual, la misma aptitud para el servicio. "Conforme a la estimación del sacerdote, así será" (v. 12). Quien juzga es el Señor, y que en el Cuerpo de Cristo cada miembro tiene su importancia y su función particular (1 Corintios 4, 4-5). "A sí mismo se dieron primeramente al Señor". Y dodo su servicio, espontáneo, abundante en gozo, emanaba de ese don inicial (2 Corintios 8, 1-5).

63.- Levítico 27, 16-34: Que cada uno de nosotros se esfuerce más bien en presentarse "a Dios aprobado" (2 Timoteo 2, 15). Para la salvación: entró en los lugares santos con su propia sangre, habiendo obtenido una redención eterna. Para la marcha: vela a fin de apartar toda lepra. Para el servicio: es Aquel que lo aprecia todo según su propia medida.

Comentarios

Entradas populares de este blog

CADA DIA LAS ESCRITURAS 2: EL LIBRO DEL ÉXODO

ORACIÓN III: LA ESCUELA DE LA ORACIÓN

ORACION II: V A M O S A O R A R